GTA VI: HOTDOGS, ATRACOS Y UNA HISTORIA DE COLGADOS
CAPITULO 1: JALEO EN LA PLANTA 41
En
la época actual eran las dos del mediodía, el sol brillaba con fuerza en el
estado americano de la Florida. En el estado del sudeste americano eran muy
famosos: el pantano de Everglades por sus extensiones de agua y vegetación con
sus caimanes incluidos, la ciudad de Orlando con su gigantesco parque de
atracciones, Cabo Cañaveral con su base militar y por último la ciudad de
Miami. La ciudad del vicio y la perversión. Sin embargo, esta historia no
empieza aquí sino que lo hace en el estado de New York, más
concretamente en la ciudad del mismo nombre.
A
horas de la noche, las dos de la madrugada para ser exactos, en la última
planta de un hotel de lujo de New York se celebraba una gran fiesta. Los
hombres, todos de origen del este de Europa, pertenecían al equipo de seguridad
de un mafioso de la ciudad. Ellos estaban acompañados por un grupo de
prostitutas con las que estaban pasando un buen rato a base de drogas, sexo y el tema Pumpkin and Honey Bunny.
Con
el principal tema de Pulp Fiction sonando desde la lejanía, una pareja de
guardias del mafioso vestidos con traje y corbata, se metió en el interior del
ascensor para dirigirse a la última planta, lugar donde se estaba celebrando la
fiesta. Uno de los guardias era corpulento mientras que el otro era bajito.
Ambos calvos.
-Menudo
jaleo tienen arriba. Han traído putas y todo. El jefe se enfadará como no pare
la fiesta.-comentó el guardia de mayor corpulencia.
-Ei,
¿en serio?-preguntó el más bajito, al mismo tiempo que preparaba un hilo de
acero entre sus manos.
-Si…-respondió
el guardia más alto, viéndose sorprendido de repente por su compañero, el cual
empezó a estrangularlo con el hilo. El
guardia atacado intentó liberarse pero no pudo hacer nada y al final cayó
muerto dentro del ascensor.
Una
vez que el guardia de menor estatura se hubo quedado en soledad, se metió en el
ascensor junto al cadáver y entonces se quitó una máscara de látex con la que
había conseguido engañar a todo el mundo. También se desprendió de su cuerpo
también recubierto de látex, quedando desnudo y mostrando así un cuerpo fibroso
y lleno de cicatrices.
-¡Joder
qué frío!-se quejó.
El
asaltante era un hombre menor de 25 años de raza asiática. Con los pies
descalzos junto al cadáver, pulsó el botón de la última planta y el ascensor
empezó a subir. Mientras el ascensor acristalado se desplazaba mostrando las
luces brillantes de la ciudad de los rascacielos al mismo tiempo que la música
no cesaba de sonar., el sicario se armó con dos revólveres que había dejado su víctima.
Comprobó que tuvieran munición y luego inhaló y expulsó todo el aire de golpe.
Él estaba concentrado en lo que se le vendría a continuación. En los gatillos
de sus dos revólveres Magnum, el dedo índice de cada mano acariciaba con
obsesión el gatillo impaciente por llegar a la última planta del edificio.
A
medida que iba aumentando la euforia en el interior del pistolero, el tablero
electrónico del ascensor reflejaba un número superior. Planta 38,39, 40 y por
último 41. La planta a la que tenía que pensado desatar el mismísimo infierno.
Al abrirse las puertas metálicas del ascensor, dos hombres de la seguridad se giraron para ver quien había llegado pero
al ver qué no se trataba de uno de los suyos reaccionaron sorprendidos.
Lamentablemente para ellos, cuando vieron que el recién llegado era un intruso,
no tuvieron ni la más mínima oportunidad de defenderse ya que el pistolero les
voló la cabeza antes de que pudiera tan siquiera empuñar sus Ak-47. Mientras
las dos moles encharcaban de su sangre la carísima moqueta que se extendía por
todo el pasillo, el pistolero salió del ascensor empuñando sus revólveres de
los cuales se escapaba el humo del cañón.
Tan
pronto como se escucharon los disparos de bala, la música de la fiesta se vio
cortada de repente.
-¡Cada
uno a su puesto! ¡Alguien nos ataca!-gritó uno de los guardias, dirigiéndose
tanto a sus compañeros como a las prostitutas.
Siguiendo
el aviso, las mujeres fueron llevadas a una habitación donde fueron encerradas
hasta nuevo aviso. Por parte de los hombres, algunos fueron a cubrir otras
zonas de la suite mientras que otros tumbaron varios muebles creándose una
cobertura para un tiroteo. La planta 41 era todo ella una gran suite con todos
los lujos que puede contener la suite principal de un hotel de lujo. La
estancia del interior se dividía por un gran salón, varios lavabos, una sala de juegos, una gran
cocina, y un largo número de habitaciones
más dispuestas para el personal.
Regresando
a la acción, el sicario, metiéndose de lleno en el peligro, derribó de una patada la puerta que daba
entrada a la suite principal, y que conectaba de manera directa con el salón de
ésta. En aquel lugar un grupo de guardias le esperaban parapetados detrás de
los diferentes muebles que decoraban la lujosa estancia. Los guardias pretendía
tenderle una emboscada, disparándole por diferentes flancos en cuanto el
intruso avanzara un poco más por el salón.
En
relación al pistolero, éste con la visión de la estancia ausente de enemigos no
se confió. Aunque era cierto que fue avanzando por el salón, caminaba muy
lentamente y no dejaba de empuñar en todo momento sus dos revólveres. Muy
atento ante el mínimo movimiento sospechoso.
Detrás
de las coberturas, los guardias a pesar de ser superiores en número, respiraban
con nerviosismo debido a la tensión del momento. Escuchar las pisadas del
pistolero en su avance por el salón, lo acercaban más y más a su enfrentamiento
con él y ninguno de ellos tenía una total certeza de la posición exacta del
individuo.
Habiendo
recorrido medio salón por parte del pistolero, la paz se quebró en el salón y
de repente, uno de los guardias salió de su escondrijo con una escopeta en
mano. El pistolero, alertado por el ruido, se giró como una bestia cazando
furtivamente y antes de que el guardia le diera tiempo a apuntar, le disparó en
el pecho parándolo en seco en sus intenciones. El guardia al recibir el disparo
en todo el pecho fue propulsado hacia atrás profiriendo una palabrota en ruso y
dejando una mancha de sangre en la pared. El mismo desenlace ocurrió cuando
otro guardia trató de sorprender al pistolero disparándole por la espalda.
Justo después de que el segundo guardia saliera de la cobertura de un piano, el
pistolero repitió la maniobra anterior. Se giró sobre sí mismo y con una
puntería fuera de lo común acertó su disparo en el arma de su enemigo haciendo
que la perdiera dejándola caer en el suelo a varios metros. Aprovechando la
distracción que había causado el otro guardia, un tercero se levantó de detrás
de un sofá y entonces disparó al pistolero. Los disparos fueron a parar cerca del
pistolero pero sin acierto. Solo sirvieron para destrozar una importante
pintura modernista valorada en medio millón de dólares.
En
la acción posterior, el pistolero se encargó de enseñar cómo se mataba. A continuación
éste pasó su brazo por debajo del otro brazo y con los dos brazos en forma de
equis, disparó acertando la bala en toda la garganta. Tras el salpicón de
sangre contra la pared que provocó la segunda muerte, el guardia que había
perdido su arma regresó a su cobertura maldiciendo en ruso debido a las acciones
del sicario. Mientras tanto, el pistolero siguió disparando, en esta ocasión
directamente a las coberturas las cuales no eran escudos para las enormes balas
de sus revólveres. Sin que le llegaran a plantar combate, mató a tres guardias
más.
-¡Maldito
hijo de puta, voy a acabar contigo!-gritó el guardia al mismo tiempo que se
apresuraba en buscar otra arma escondida en su pantorrilla.
Durante
el plazo de tiempo que el guardia estuvo haciéndose con la nueva arma, el
pistolero acabó con la vida de otros dos guardias que como los dos primeros
intentaron sorprenderle. Ya eran cuatro. Cada vez el salón estaba cubierto de
más y más sangre producida por las victimas del pistolero. En el ambiente había
profundo olor a sangre acompañado por la peste de la pólvora que despedían los
revólveres Mágnum. En ese infierno, el guardia que se había resguardado
detrás de un piano, se alzó decidido en
acabar con el asaltante pero para su incredulidad, había estado tan distraído
en rearmarse que no se había dado cuenta que el pistolero le había rodeado y
que ahora lo tenía justamente detrás apuntándole la cabeza con uno de los
cañones.
¡Bang!
El
cañón se disparó y con este cayó sobre el guardia sobre piano bañando de color
sangre las inmaculadas teclas del instrumento musical. Rebasada la zona del
salón, el sicario avanzó por la planta, metiéndose por un largo pasillo. En
aquella zona de la planta, asesinó desde la distancia a otro guardia que se le
esperaba al final del pasillo y el cual cayó postrado contra la pared.
Continuó
caminando por el pasillo, y cada paso fue matando de un disparo a cada uno de
los guardias que había escondidos en las diferentes habitaciones. Habiendo
asesinado ya a más de diez hombres, siguió adelante por el pasillo. Ahora tenía
un breve tiempo de descanso ya que la mayoría de hombres se hallaban muertos o
bien demasiado asustados para salir a su paso. Esa pequeña tregua que le
otorgaban los guardias, el pistolero la aprovechó para abrir el tambor de sus
revólveres para así recargar y así poder
seguir con su desenfrenada matanza. Creyó que era un buen momento pero se
equivocaba. Acaba de cagarla porque justo entonces, cuando se hallaba sin una
puta bala en el tambor, una gigantesca mole perteneciente a la seguridad de su
objetivo, salió del cuarto de baño armado con una ametralladora ligera. El
gorila de descomunal corpulencia y ojos azules, en cuanto vio al pistolero le
rechinaron los dientes de la rabia y entonces, empezó a disparar a diestro y
siniestro. En la vorágine por matar al intruso, el guardia fue rociando de
plomo todo el pasillo, mientras que el pistolero corría por salvar la
vida. En la carrera por llegar al final
de pasillo, las balas fueron besando los
pies al pistolero pero ninguna llegó a alcanzarle.
Antes
de que pudiera hacerlo, salió del pasillo,
derribando de una patada voladora la puerta de la habitación donde se escondía
su objetivo. Entró en un despacho donde un hombre de raza caucásica le golpeó
dándole un puñetazo que lo hizo caer contra el suelo. El pistolero tras haber
recibido el duro golpe, levantó la mirada aturdido y sangrando por la nariz. El
hombre que le había derribado era su objetivo. Era Niko Bellic, el hombre más
buscado por el FBI por detrás de Osama Bin Laden. Niko Bellic había hecho gran fortuna en la última
década y toda ella la estaba usando para protegerse de los cientos de enemigos
que se había ganado. No había banda u organización que no lo quisiera muerto
por sus acciones del pasado. En especial, la mafia China que había iniciado una
guerra contra la mafia rusa de la que él era el jefe para hacerse dueño del
mercado de la droga y la extorsión.
Habían pasado diez años desde que se supiera
algo sobre Niko Bellic. Pese a los años, él seguía viéndose prácticamente igual
que entonces. A sus 46 años, seguía viéndose como un hombre terriblemente duro.
Un hombre capaz de aguantar cualquier cosa.
Niko,
deseoso, por dar una lección al sicario que le habían enviado para asesinarle,
se remangó la camisa y luego se situó en postura de boxeador para retar a su oponente.
-¡Vamos,
pedazo de mierda! ¡Nadie va a poder reconocer a tu cadáver una vez acabe
contigo!-gritó Niko con voz furiosa.
El
gesto de desafío del mafioso fue recibido por el sicario asiático, quien a
continuación se puso en pie y mostró una sonrisa maliciosa seguido de varias
katas que denotaban sus conocimientos avanzados en artes marciales. Esos
aspavientos previos al combate provocaron que Niko frunciera el ceño y añadiera
con voz iracunda.
-¡Aaaarg! ¡Voy a devolverte en una bolsa de la
basura a Chinatown ¡–exclamó Niko.
En
ese momento, el sicario atacó a Niko lanzándole en primer lugar una patada baja
de la que se protegió con la espinilla. El sicario luchaba con un estilo
claramente con influencias del Kung Fu chino mientras que Niko luchaba con
estilo tosco y con influencias del Sambo ruso.
De
nuevo, el sicario le asestó un puñetazo a Niko y a esta vez consiguió acertarle
en toda la boca de tal modo que le hizo escupir varios dientes. Producto del golpe, Niko se enfureció todavía
más y volvió al combate encolerizado.
-¡Hijo
de puta! ¡Voy a barrer la ciudad contigo!
Enzarzados
nuevamente en el reparto de golpes, los dos eran grandes luchadores. Sin
embargo, era obvio que la habilidad para la lucha del sicario alcanzaba el
nivel de maestro de las artes marciales. Entre esquivos y bloqueos, los dos se
golpearon mutuamente durante casi todo un minuto. Los múltiples golpes que se
preferían el uno al otro no llegaban a causar un daño considerable a su
oponente. Por lo único que se hacían era castigarse mutuamente. Lo máximo que
conseguían hacer que era que el otro se enfadara todavía más.
Llegado a un punto de que se iniciara la
lucha, los dos se acercaron en demasía a la cristalera donde estaban siendo
apuntados por un francotirador desde la lejanía de la azotera de un edificio colindante.
Ese francotirador era Trevor Phillips. Trevor había viajado a New York para
eliminar a Niko Bellic, algo que él consideraba
una operación estratégica empresarial vital para el futuro de su
compañía. Pensaba que la mejor manera
para expandir su negocio de venta de armamento y drogas, debía de mandar un
mensaje contundente a la mafia de las grandes ciudades del país y que mejor
forma que hacerlo asesinando al hombre que todos querían ver muerto. El
prestigio de matar a Niko Bellic le ayudaría a contrarrestar la mala fama que
le había aportado su escasa habilidad para mantener con vida a sus clientes.
-Dos
pollos en la cocina listo para ser cocidos.-dijo Trevor, al centrar en la
mirilla de su rifle como su objetivo recibía la compañía de otro asesino.
Trevor
disparó apuntando en la sien de Niko Bellic pero las ráfagas de aire que
corrían estando a cientos de altura hicieron que la bala se desviara y que tan
solo destrozara la cristalera que hacía de pared por lo que los dos luchadores
quedaron abiertos a un gran precipicio que suponía estar en la planta 41.
-¡Joder!
¿Qué fue eso? ¿Un francotirador?-preguntó Niko mostrándose indignado y
sorprendido.
El
sicario a la cuestión realizada por el mafioso del este de Europa no tuvo
respuesta ya que él también se hallaba sorprendido por el inesperado disparado.
Después
de que los dos se detuvieran por un segundo para visualizar las mareantes
vistas que ahora les ofrecía el lugar, se revolvieron el uno contra el otro
para continuar con la lucha.
Volviendo
a la azotea donde estaba Trevor, éste se maldijo por su fallo y de la rabia
golpeo el rifle contra el suelo hasta doblarle el cañón.
-¡Mierda!
¡Joder!. No había calculado la fuerza del viento.-exclamó Trevor, iracundo.
Poseído
por su furia desmesurada, Trevor acabó por lanzar el rifle por los aires haciendo
que éste cayera desde gran altura delante de un puesto de comida rápida de
Hotdogs reventándole la cabeza a una señora mayor de elevada gordura. El
pakistaní con acento mexicano que trabajaba en aquel puesto ambulante, no se
inmutó con el inesperado estallido del arma contra la cabeza de la señora sino
que le preguntó si quería kétchup en su perrito a pesar de estar muerta.
Regresando
a Trevor, el mafioso canadiense estaba asomado a la azotea mirando hacia el
lugar donde había caído su rifle.
-Buff,
eso sí que es tener mala suerte.
De
repente, un ataque de rabia entró en Trevor devolviendo sus sentidos a su
objetivo.
-Grrr.
Niko. Tendré que ir matarte con mis propias manos. Mierda rusa-añadió, mientras
se marchaba de la azotea para bajar por las escaleras del edificio.
Desplazándonos
de nuevo a la acción que se desarrollaba en el escondrijo de Niko Bellic, de
repente, entró en la sala el gigante
ruso cargado con su ametralladora ligera.
-No
se preocupe señor Bellic. ¡Ya me encargo yo de eliminar esta rata!-exclamó el
grandullón, iniciando a continuación su lluvia de plomo.
En
cuanto la ametralladora empezó a descargar la munición el sicario se lanzó al suelo para cubrirse
con los muebles del despacho. Dado que Niko como el sicario estaban tan próximos
el uno del otro que si el guardia quería matar al sicario casi tenía que dar a
su jefe para librarse del asaltante, Niko Bellic le gritó a su hombre escondido
detrás de uno de los muebles que se abstuviera de intentarlo.
-Te
lo suplico, Sergei. ¡Vas a darme a mí también!-gritó Niko.
-Confie
en mí, señor. No lo haré.-contestó el guardia, al mismo tiempo que disparaba a
todas las coberturas existentes haciendo que todo volara en pedazos.
Niko,
rabioso porque su hombre no le hiciera caso,
maldijo por su mala fortuna por enésima vez y entonces cogió un paracaídas que tenía escondido
debajo de una mesa y acto seguido, se lanzó por el gran precipicio que se había
abierto al romperse el muro de cristal.
-¡Adiós
idiota!-gritó Niko, justo antes de saltar al vacío.
El sicario al ver como su objetivo se escapaba
y como la muerte le asechaba cada vez más por culpa de la ametralladora,
decidió hacer una locura y acabó por salir corriendo y lanzarse al precipicio
sin la protección de ningún paracaídas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario